La fabricación de ladrillos a lo largo del Río Hudson se remonta a principios del siglo XVII, pero las crecientes necesidades de materiales de construcción de la Ciudad de Nueva York durante el siglo XIX, junto a la facilidad para transportar materiales por el Hudson, dieron lugar a una industria en auge. A principios del siglo XX, había más de 130 fábricas de ladrillos en activo en la región. Una de las más prolíficas fue Jova Brickyard, una ladrillera situada en la aldea de Roseton, en el Condado Orange, fundada por un inmigrante cubano que se dedicó a dicha labor cuando fracasaron sus planes empresariales originales.

Juan Jacinto Jova nació en 1832 en Villa Clara, Cuba. Emigró a la ciudad de Nueva York de joven y se graduó de ingeniero civil en la Universidad de Columbia. Jova se estableció primero como corredor de azúcar en la ciudad, pero al ver que su negocio declinaba después de la Guerra Civil, se trasladó al Valle del Hudson en busca de otras oportunidades comerciales. Vio una clara posibilidad al enterarse de los ricos yacimientos de arcilla y el floreciente comercio de ladrillos en la zona.
En 1874, Jova compró Danskammer, una casa y propiedad de estilo neogriego situada a orillas del Hudson, a unos seis kilómetros al norte de Newburgh, donde acabó viviendo con su esposa Marie y su creciente familia.

Continuó trabajando como corredor de azúcar en la ciudad de Nueva York durante casi una década, dedicando todo su tiempo libre a aprender el oficio de albañil. El vecino de Jova, John B. Rose, ya había establecido un próspero centro de fabricación y una pequeña ciudad industrial.

Roseton, como se llamaba, se estaba desarrollando rápidamente para que los trabajadores pudieran vivir, practicar su religión y hacer compras a poca distancia de la ladrillera Rose, un modelo que a Jova le pareció atractivo. La propiedad de Danskammer contenía algunos de los yacimientos de arcilla más profundos de la región, con un espesor de casi 240 pies. Jova invirtió mucho en maquinaria y estudió los métodos usados en los astilleros de Haverstraw, en el Condado Rockland, así como en las plantas vecinas de Rose y Arrow en Roseton, y en 1884 comenzó a operar como Jova Brick Works.
Contrató a líderes altamente cualificados para que ejercieran de capataces y supervisores, y encargó la construcción de cobertizos, muelles y tres barcazas para facilitar la exportación de sus ladrillos a la ciudad. Los ladrillos Jova, con su distintiva marca “JJJ”, pronto se hicieron famosos por su alta calidad y alcanzaron precios muy elevados. Los ladrillos Jova pronto se utilizaron en estructuras emblemáticas de la Ciudad de Nueva York como el Waldorf Astoria, el Harvard Club, el Brooklyn Navy Yard y, finalmente, la sede principal de la Biblioteca Pública de Nueva York en la calle 42 Este.
Jova siguió el ejemplo de John B. Rose y construyó viviendas y tiendas de la empresa, además de ayudar a sus empleados a encontrar otros trabajos en la región ribereña durante el invierno, cuando la fabricación de ladrillos disminuía. En 1891, solicitó la ayuda de sus contactos adinerados para recaudar fondos para una iglesia en Roseton para su personal, que en su mayoría era católico. Our Lady of Mercy (Nuestra Señora de la Misericordia) se construyó en su propiedad (con ladrillos de Jova, naturalmente) y se presentó como un regalo a la comunidad y a la Arquidiócesis de Nueva York.

Juan Jacinto Jova falleció en 1893 a los 61 años; sus hijos Henry, Jules, Edouard, John y Joseph se hicieron cargo de la fábrica de ladrillos Jova. Ellos compartían su visión para los negocios e invirtieron en las últimas tecnologías, lo que permitió que la empresa siguiera en activo mucho después de que cerraran muchas otras ladrilleras del Valle del Hudson. A principios del siglo XX, la planta de Roseton empleaba a más de 350 trabajadores, en su mayoría inmigrantes irlandeses, húngaros y polacos, así como trabajadores afroamericanos que venían del Sur buscando mejores salarios; producía casi 40 millones de ladrillos al año. Las operaciones de las fábricas de ladrillos de Roseton eran visibles para los pasajeros de los trenes y barcos del Río Hudson y la fábrica de Jova destacaba por un enorme letrero con las palabras “Build With Brick” (Construye con ladrillos) escritas en letras de tres metros de altura en los cobertizos de los hornos.
A principios de la década de 1920, los “Jova Boys”, como se les conocía, cambiaron sus operaciones de 14 máquinas manuales para fabricar ladrillos de barro blando a máquinas automatizadas, las primeras en utilizarse en el Valle del Hudson. Otras mejoras incluyeron nuevos sistemas para cargar y descargar barcazas, métodos innovadores de secado y experimentación con tonos personalizados. Mientras los hijos de Jova continuaban con el negocio, su viuda Marie siguió con sus obras benéficas, donando ladrillos Jova para la construcción de escuelas e iglesias locales.

La era ladrillera se ralentizó durante las décadas de 1930 y 1940, y la mayoría de las empresas de ladrillos del Valle del Hudson cerraron. Los rascacielos de la Ciudad de Nueva York, que se construían con acero y cemento en lugar de ladrillos, nuevas regulaciones medioambientales y costos laborales inferiores en los estados del Sur desempeñaron un papel fundamental en dar fin a la industria local ladrillera. La familia Jova siguió adaptándose a los cambios y Jova siguió siendo una de las últimas empresas en activo, incluso expandiéndose con la compra de la centenaria fábrica de ladrillos Hutton en East Kingston en 1965 (los ladrillos “JMC” o Jova Manufacturing Company son indicativos de este período). Sin embargo, su reinado llegó a su fin poco después, con el cierre de la planta de Roseton en 1968 y la venta de la propiedad de East Kingston en 1970.
Hoy en día, las fábricas de ladrillos a orillas del Río Hudson han desaparecido, al igual que muchas de las comunidades que alguna vez prosperaron a su alrededor. La aldea de Roseton ha desaparecido casi por completo, y Nuestra Señora de la Misericordia, la iglesia encargada por Juan Jacinto Jova, sigue siendo la única estructura importante de la era de la fabricación de ladrillos en el pueblo. El terreno de Jova Brick Works, y los de otras empresas de Roseton, albergan ahora imponentes centrales eléctricas; el único vestigio de las antiguas actividades industriales que se desarrollaban allí son los montones de ladrillos que quedan hoy.

Los ladrillos Jova, por su parte, han resistido el paso del tiempo y aún pueden encontrarse en los edificios y aceras de la Ciudad de Nueva York, así como en innumerables estructuras por todo el Valle del Hudson.